martes, febrero 05, 2008

POSTALES DE UN VIAJE ( I). Por Hugo Presman.

BUENOS AIRES, Febrero 05, (PUNTO CERO) Después de treinta y siete años vuelvo a Chile. Me recuesto en la butaca de Lan Chile y dejo volar la memoria. Fue en julio de 1970. Hacia siete meses había egresado de Ciencias Económicas y dejaba atrás la militancia universitaria.
La política transitaría a partir de entonces por otros ámbitos. América Latina se abría a dorados sueños en Argentina, en Bolivia, en Chile, en Perú, en Ecuador, en Panamá. En nuestro país había acaecido ese hecho histórico que fue el Cordobazo repetido el año siguiente con menor intensidad por el Viborazo. “La Revolución Argentina”, autocalificación del gobierno de Onganía, revelaba en el lenguaje que aún un proceso profundamente reaccionario, debía envolverse con la denominación que caracterizaba a la época: revolución En Chile se acariciaba la vía chilena al socialismo. En Perú un movimiento militar profundamente original encabezado por Juan Velasco Alvarado despertaba la simpatía de los sectores populares. En Bolivia un proceso interesante iniciado por Ovando Candía adquiriría radicalización en octubre cuando Juan José Torres derrocaría a Ovando. En Ecuador, un proceso menos radicalizado era encabezado por José María Velazco Alvarado. En Panamá, Omar Torrijos avanzaba con un gobierno nacionalista hacia la recuperación del canal.
Aquél viaje iniciático con mi compañero Américo Fojo, se inició con un recorrido en tren a Mendoza, el cruce de la cordillera don el mismo medio, la observación de la campaña electoral chilena, un breve paso por Viñas y Valparaíso, el recorrido en precarios colectivos desde Santiago a Lima, deteniéndonos en Arequipa, hasta llegar y permanecer unos cuantos días en la Capital del Perú, la visita a Machu Picchu, el lago Titicaca y la imposibilidad de entrar a Bolivia más allá de Desaguadero. Lo hicimos con escasos recursos, con una mochila de sueños y con todo el futuro por delante.
La vida dicen, a veces, tiene un delicado equilibrio. Tal vez eso sea en muchos casos difícil de percibir. Mientras vuelo con mi mujer a mi lado, treinta y siete años después, reflexiono que hoy tengo muchos más recursos económicos que cuando tenía 25 años, pero también mucho más pasado que futuro. El mundo ha cambiado tanto en estas casi cuatro décadas, apenas un suspiro en la historia, y más de la mitad del recorrido de una vida. Lo único inalterable es acunar los mismos sueños aunque ahora no hay mochilas sino valijas. Mientras los Andes siguen siendo tan impresionantes, mucho más desde aquel tren hoy inexistente que desde este avión. No puedo olvidarme aquél cruce de hace 37 años, cuando todos quedábamos reducidos a unos insignificantes puntos en medio de una geografía a cuyo lado todo se empequeñece
Vuelvo al Chile de las ilusiones juveniles después de treinta y siete años. Pablo Milanes no se aparta imaginariamente de mis oídos y me emociona otra vez cuando recuerdo: “Yo pisaré las calles nuevamente/de lo que fue Santiago ensangrentada/y en una hermosa plaza liberada/me detendré a llorar por los ausentes.

NADA ESTÁ COMO ERA ENTONCES
Santiago es una capital moderna y a primera vista pujante. Tiene un poco más de seis millones de habitantes. Sin presencia política callejera y al mismo tiempo sin mayores exteriorizaciones visibles de pobreza. Alguna persona durmiendo en la calle. En algunos semáforos, chicos haciendo malabarismos para recoger algunas monedas. No se aprecia nada de aquel clima político febril de julio de 1970. Paso por la Universidad de Chile, donde hace 37 años le escuché al Chicho prometer un vaso de leche para cada niño chileno. Recorro el Cerro Santa Lucía donde reposábamos entonces de las largas caminatas.
De nuevo escucho a Pablo Milanes y su inolvidable canción “Yo pisaré las calles nuevamente” cuando dice “Y evocaré en un cerro de Santiago/a mis hermanos que murieron antes”. La ciudad está surcada por un metro moderno, estatal y de notable eficacia. Difícil que uno espere más de un minuto para que arribe el tren. Hace más de tres décadas recién empezaban los proyectos de lo que hoy es una realidad. Comparativamente se siente no tanto el avance chileno sino el retroceso argentino. Buenos Aires tuvo su primer subte en 1913 ( la línea A) y la B de alrededor de 1930. En los últimos años recién se han sumado algunos kilómetros nuevos, pero el material rodante es muy viejo y cuando se lo renueva se compra trenes usados de países del primer mundo.
Los diarios como en la Argentina no traen temas importantes. La gran preocupación es el Transantiago un proyecto de renovación y rediseño de los colectivos en la Capital. El problema radica que originalmente contemplaba una flota de seis mil quinientos buses. Dice la revista chilena Análisis: “Cuando comenzó en febrero de 2007, se habló de una cifra de cuatro mil. Poco meses antes, quienes diseñaron el sistema hicieron notar que eran necesarios más de cinco mil. Recientemente el ministro del ramo planteó el aumento de la flota como una de las metas inmediatas de su gestión. Y todo esto tras cinco años de planificación… Entre las muchas sorpresas, paradojas e incógnitas del más publicitado proyecto de transporte urbano del gobierno, está la ausencia de discusión acerca de las causas, tras la enorme variación de una de las principales variables de diseño del sistema- el tamaño de la flota- que está indisolublemente ligada a la dimensión que más importa a los usuarios: la frecuencia de servicio” El Mercurio, el diario del establishment chileno, propulsor del golpe en 1973, informa que el Transantiago tuvo 358,6 millones de déficit en 2007.
Otros Títulos. La crisis norteamericana produce la mayor caída en la Bolsa chilena de los últimos 10 años. Bachelet afirma que “el orden público va a ser una prioridad para el gobierno”.
Siento cierta nostalgia por “el desorden” de las calles de Santiago en aquellos años tumultuosos. Se discute si el gobierno debe sostener o no el precio del dólar. El diario “ La Tercera” tituló: “Bachelet pide probidad en cumbre oficialista tras serie de escándalos” En la bajada dice: “El llamado de la mandataria surge una semana después que se interpusiera una querella por malversación de caudales públicos contra el ex titular de ferrocarriles” Bajo el título Gendarmería se transcribe: “Hace 10 días la Controlaría emitió un informe que obliga al embajador en Madrid, Osvaldo Puccio, a devolver los dineros que recibió por una cuestionada asesoría a Gendarmería”. También se denuncia un caso de leche no apta para consumo importada de Uruguay. Una parte de la misma ya ha sido consumida por chicos en las escuelas
Con la frivolidad que afecta al periodismo mundial, El Mercurio coloca en tapa y en lugar destacado: “Revuelo en Chile y Argentina por nacimiento del hijo de Valenzuela y Juana Viale” o “Ex marido demanda a Pampita por injurias” En páginas interiores “La Tercera” afirma que “ Bolocco y Menem llegan a acuerdo para iniciar divorcio y Máximo se queda con ella”. Mis elogios al subte de Santiago no es compartido por el Presidente del Metro: Este año fue el peor de la historia.
En 2006, el tren transportó 330 millones de personas, cifra que casi se duplica a 601 millones durante 2007, como efecto directo del Transantiago. Los usuarios viajaron hacinados en los vagones, hasta 6,4 por metro cuadrado, y hubo decenas de estaciones por la masiva afluencia”
En las calles me parece escuchar ecos de voces lejanas, de 1970: “Tu verás la victoria del socialismo”, “Caminamos, rompiendo la maraña de los intereses creados”, “Avanzar sin transar” “Los marxistas insultan a las amas de casa”. Pero es solo mi imaginación. El Chile de hoy mira hacia el Pacífico, le gusta considerarse el Primer Mundo en la América Latina devastada por el neoliberalismo y está lejos, por el momento, de la idea de pertenencia a los nuevos vientos que atraviesan el continente. No parece cercano una remake del abrazo Allende- Cámpora y el entrelazamiento de caminos.

ESTADIO NACIONAL
Nuestro chofer y guía Diego Ulloa nos previene que no va a ser fácil ingresar al Estadio Nacional. Es una mañana radiante y agradable donde se perciben con nitidez los cerros de Santiago. Hacemos los trámites y nos permiten entrar. Pasamos por los vestuarios que habían sido adaptados como salas de torturas. No hay una sola placa que recuerde aquellos días de una primavera despiadada. El Estadio vacío es mudo testigo de aquellos años del horror. En este escenario Chile obtuvo un tercer puesto en el Mundial de 1962. Ahí donde aún se puede encontrar hurgando en la memoria las diabluras de Leonel Sánchez o el trajín de Eladio Rojas. Pero esas imágenes se superponen con la que imagino en esas tribunas habitadas por chilenos condenados a la tortura y a la muerte clandestina. Ubico en una de esas tribunas a Víctor Jara pasando sus últimas horas. Por un momento el Estadio se llena de música. Es Víctor y su guitarra que canta Manifiesto: “Yo no canto por cantar/ni por tener buena voz,/canto porque la guitarra/tiene sentido y razón/Tiene corazón de tierra/y alas de palomita/es como el agua bendita,/santigua glorias y penas.
Aquí se encajó mi canto/como dijera Violeta,/guitarra trabajadora/con olor a primavera.
Que no es guitarra de ricos/ni cosa que se parezca,/mi canto es de los andamios/para alcanzar las estrellas
Que el canto tiene sentido/cuando palpita en las venas/del que morirá cantando/las verdades verdaderas,/no las lisonjas fugaces/ni las famas extranjeras/sino el canto de una lonja/hasta el fondo de la tierra.
Ahí donde llega todo/y donde todo comienza/canto que ha sido valiente/siempre será canción nueva,/siempre será canción nueva,/siempre será canción nueva.”
Trato de ayudarme en los recuerdos con el relato que hace la revista argentina Sudestada en un número especial dedicado al cantante chileno: Para entrar al estadio había que cerrar los ojos: potentes reflectores cegaban la visual de los detenidos que se iban acomodando en las tribunas, soportando golpes e insultos. Ametralladoras pesadas sobre trípodes apuntaban hacia las gradas, intimando a los prisioneros, que crecían en número con el pasar de las horas. Desde el megáfono del estadio, una voz marcial recibía a los recién llegados: “Les habla el comandante a cargo de este recinto para decirles que ustedes están presos aquí porque son enemigos de la patria y no merecen ser llamados chilenos. Y esta que tenemos aquí montada, es una ametralladora punto treinta… Les pido por favor que me den un motivo para poder usarla, aunque sea uno pequeño que me justifique, porque ustedes, infrahumanos, no merecen seguir viviendo en Chile ni tampoco en ningún lugar del mundo”… “Jara estaba en un pasillo cerca de los vestuarios, separado del resto de los cautivos. Incomunicado, maltrecho y desfigurado, sin agua ni alimento, olvidado un rato de sus carceleros.
Su única salvación entonces era poder volver a las tribunas con el resto, intentar desvanecerse en la masa prisionera, demorar lo inexorable. Víctor se paró con esfuerzo y, cuando empujó las puertas para escapar al pasillo, se chocó con el temido “Principe”. Aparentemente, segundo a cargo del estadio, se había ganado el odio y el temor del resto de los prisioneros con sus amenazas repetidas y su excitación evidente ante semejante contexto. “El Príncipe” reconoció a Víctor en el acto, y sonrió: “No permitan que se mueva de aquí. Este me lo reservo”, les indicó a los guardias apostados contra la puerta. Las horas transitaron sin cambios. Camiones con su carga de prisioneros llegaban… En las entrañas del estadio, escenas desgarradoras, torturas, muertes, fusilamientos a la vista de todos… Sin tiempo para nada, vinieron a buscarlo. Víctor consiguió sacarse del bolsillo los papeles y dejárselos a Boris Navia, justo cuando los soldados lo tomaban de los brazos y se lo llevaban. Nunca volvieron a verlo.” Cuenta su mujer la bailarina Joan Turner: “Le quiebran las manos. Luego lo acribillan hasta matarlo, y su cuerpo es arrojado a la calle y recogido después por una patrulla, que lo lleva hasta la morgue de la ciudad. Allí lo encuentro yo, entre montones de cuerpos de estudiantes, de trabajadores, de profesores.”
Me parece escuchar el ruido de los disparos en ese estadio inmensamente vacío. Y luego la voz nítida de Víctor Jara cantando “De nuevo quieren manchar/mi tierra con sangre obrera,/los que hablan de libertad/y tienen las manos negras;/los que quieren dividir/a la madre de sus hijos/y quieren reconstruir/la cruz que arrastrara Cristo.
Quieren ocultar la infamia/que legaron desde siglos,/pero el color de asesinos/no borrarán de su cara./Ya fueron miles y miles/los que entregaron su sangre/y en caudales generosos/multiplicaron los panes.
Ahora quiero vivir/junto a mi hijo y mi hermano/la primavera que todos/vamos construyendo a diario
No me asusta la amenaza,/patrones de la miseria,/la estrella de la esperanza/continuará siendo nuestra.
Vientos del pueblo me llaman,/vientos del pueblo me llevan,/me esparcen el corazón/y me avientan la garganta./Ahí cantará el poeta/mientras el alma me suene,/por los caminos del pueblo/desde ahora y para siempre”

TOMÁS MORO
Pasamos por la hermosa iglesia de Los Dominicos y enfilamos para la ex residencia presidencial en la Calle Tomás Moro. Esa que fue bombardeada ese 11 de septiembre, careciendo de todo valor estratégico. Parece un símil de aquel avión final que descargó sus bombas sobre Plaza de Mayo, antes de emprender su fuga hacia Montevideo, cuando la criminal asonada del 16 de junio de 1955 en la Argentina había fracasado. En ese lugar funciona el “Hogar de Ancianos Nuestra Señora de los Ángeles” que en algún momento fue regenteado por la Fuerza Aérea. Por los portones entre abiertos pero sin acceso al público se puede observar un hermoso parque. En uno de los costados de la puerta de entrada el escudo chileno con su amenazante frase: “Por la razón o la fuerza”. Nada exteriormente recuerda el bombardeo de ese martes de septiembre. De ahí partió Salvador Allende para resistir en la Casa de Gobierno.

LA MONEDA
Está ubicado entre dos amplias plazas. Una de ellas, denominada De la ciudadanía fue inaugurada en diciembre del 2005 como parte de las obras del Bicentenario. Por su entrada sobre la calle Moneda y en la esquina de Morandé se levanta la estatua de Salvador Allende Gossens ( 1908-1973). Tanto al frente como a su espalda se consignan frases de su discurso póstumo: “Tengo fe en Chile y su destino 11-09-1973“. “Mucho más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
Entramos ahí donde luchó y finalmente se suicidó Salvador Allende. Solo se pueden visitar los patios. Nada recuerda a la vista del público el hecho histórico. Recordemos por un momento esas horas finales de la pluma de Catriel Etcheverri en “Salvador Allende La Revolución desarmada”: “A primera hora del martes 11 de septiembre un llamado telefónico alertó que el Almirante José Toribio Merino estaba sacando las tropas a la calle y que el regimiento Maipú del Ejército también abandona el cuartel. El Presidente ordenó cerrar los caminos que llevaban a Santiago al tiempo que se vestía apresuradamente y le pedía a un joven oficial de Carabineros que lo llevase a La Moneda.
Una vez allí, poco antes de las 8 de la mañana, dirigió al pueblo chileno sus primeras palabras en ese fatídico día. Advirtió sobre el levantamiento militar contra “el gobierno legítimamente constituido, el gobierno que está amparado por la ley y la voluntad del ciudadano. Allende estaba decidido a resistir, pero no a que corriera sangre de la gente del pueblo, y por ello pidió a todos los trabajadores que ocuparan sus puestos de trabajo. Confiaba aún sin saber que era el principal responsable del alzamiento, que el General Pinochet cumpliría con su deber.
Apenas terminó de decir su mensaje, el edecán aéreo, Comandante Roberto Sánchez, le acercó una oferta: un avión DC-6 lo estaba esperando para escapar junto a su familia hacia el destino que él indicase. En ese momento debe haber recordado Allende al ex presidente radical Aguirre Cerda, y furioso respondió, como aquél, que no abandonaría el cargo que el pueblo le había encomendado. Años más tarde, el libro Interferencia secreta, de Patricia Verdugo, revelaría la grabación de la comunicación que había captado un operador de radio entre los militares golpistas, en la que Pinochet indicaba “ el avión se cae, cuando vaya volando” y, en una segunda intervención, se le escuchó ordenar “ En el camino lo van tirando abajo”.
Poco antes de las 9, un mensaje radial indicaba que “ el señor Presidente de la República debe proceder a la inmediata entrega de su alto cargo a las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile” y amenazaba que, de no acatarse la orden “ recibirán castigo aéreo y terrestre” Allende respondió por radio una vez más: “…Hago presente mi decisión irrevocable de seguir defendiendo a Chile en su prestigio, en su tradición, en su forma jurídica, en su constitución” “Pronto llegaron a la Moneda decenas de las personas más allegadas al presidente, dispuestas a brindar su ayuda para defender al gobierno. Entre ellas, sus hijas Isabel y Beatriz, embarazada de ocho meses, la Payita y los integrantes de la guardia presidencial conocida como GAP ( Grupo de Amigos del Presidente) entre quienes se contaba Enrique Ropert, el hijo de la Payita.
Cuando los aviones comenzaron a sobrevolar de manera amenazante La Moneda, y Allende supo que no había salida posible y que todas las fuerzas de seguridad lo habían traicionado, se dirigió una vez más al pueblo: “…Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros en este país” Más tarde, cuando el bombardeo era inminente pronunciaría su célebre y conmovedor discurso. Luego pidió a todos los que no fueran su guardia personal que se retiraran. Hubo que sacar a la fuerza a sus hijas. Cuando su amigo Augusto Olivares se suicidó en medio de las bombas, pidió un minuto de silencio a sus compañeros y les dijo: “Ya es hora de rendirse y salir”. “Todos accedieron Allende los llevó hasta la puerta y los hizo poner en fila “Primero la Payita” ordenó. El saldría último. Jamás lo hizo. Comenzaba, dice Etcheverri, la época más negra de la historia chilena. Una época que se adivinaba desde el mismo momento en que la Payita salio de La Moneda con el Acta de la Independencia en sus manos – Allende le había entregado la reliquia para salvarla del fuego- y un soldado anónimo, representante de quienes gobernarían con mano de hierro por casi dos décadas, se la arrebató para romperla en pedazos”

FIN DE LA PRIMERA PARTE
Dejo La Moneda con un nudo en la garganta después de pasar por la puerta de Morandé 80, por donde salieron los últimos sobrevivientes y que Pinochet tapió. Desde principios del siglo XX y hasta el golpe, esta puerta fue el acceso por el que históricamente ingresaron los Presidentes de Chile, los que hasta la presidencia de Carlos Ibáñez del Campo tuvieron su residencia particular en La Moneda.
Compro “La Tercera”. Leo: “Involucran a la embajada de Chile en Buenos Aires, en la venta irregular de autos diplomáticos” En la carta de lectores un nieto de Allende agradece al Movilh, “un movimiento que desde el regreso de la democracia se ha dedicado a proteger y a promover el derecho de las minorías sexuales en nuestro país, de los cuales orgullosamente soy parte”. Camino hacia el hotel con mi compañera. Vuelvo a escuchar imaginariamente a Milanés: “Más temprano que tarde sin reposo/retornarán los libros, las canciones/que quemaron las manos asesinas/Renacerá mi pueblo de sus ruinas/y pagarán sus culpas los traidores/Un niño jugará en una Alameda/y cantará con sus amigos nuevos/y ese canto será el canto del suelo/a una vida segada en la Moneda” Sobre la voz del cantante cubano se superpone la de Salvador Allende: “Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria…… Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos." (PUNTO CERO).

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