lunes, marzo 24, 2008

OLAVARRIA. La protesta del campo ordena a la oposición. Por Cacho Fernández

OLAVARRIA, Marzo 24, (PUNTO CERO-El Popular) Un amplio espectro de los partidos opositores encontraron un eje importante para pegarle al Gobierno que cometió el error de no diferenciar políticas para cada sector. El corte de rutas ya no es el colofón de una protesta sino el atajo que eligen todos para lograr efectos. La futura alianza legislativa pero con cama afuera. Una nueva cara en el macrismo. La falta de controles y los espasmos de la realidad.
A los sectores del campo últimamente les han salido algunos aliados políticos impensados y hasta de signos opuestos entre sí.
Salvo el de la oposición a la reforma constitucional de Cafiero en el '87, la historia no registra muchos antecedentes como éstos en los que alrededor del campo se aglutinen espacios políticos como los de Elisa Carrió, Gerardo Morales, algunos peronistas enfrentados con Kirchner, algo de la izquierda tradicional, conservadores o centroderecha.
Si hasta Eduardo Duhalde se animó a exhibirse un poco aprovechando la oportunidad para mostrar un recetario económico presuntamente de su autoría, pero que ni él mismo supo aplicar. No lo hizo cuando fue presidente y tampoco lo puso en práctica cuando fue gobernador de la provincia de Buenos Aires y por un favor de Menem disponía de 2 millones de dólares diarios para gastar pero sin embargo dejó la desocupación más alta del país. Es un fenómeno extraño éste pero tiene su lógica política.
Por un lado, el paro agropecuario es el fruto de una concurrencia entre la extralimitación del Gobierno que quiere seguir cazando en el mismo zoológico, por decirlo así, y el aprovechamiento de un sector que utiliza astutamente el último aumento para llevar a cabo el paro que viene postergando desde hace tiempo por miedo al fracaso. Timming, que le dicen.
El último aumento en las retenciones fue quizás desmedido, pero también cierto que el campo no está perdiendo plata sino que, como dijo Alfredo Lavayén, "gana menos". Lo que pasa es que nadie conoce los números reales ni del Gobierno ni el del campo, por lo tanto se pierden los referentes objetivos para discutir y todo pasa a ser una cuestión de opiniones o puja política y gana quien tiene más fuerza.
La democracia no elimina la pelea por los intereses, al contrario, los pone de manifiesto y les ofrece un escenario para que cada uno los defienda con transparencia.
Aquí pasó eso más allá de que los productores de Cartez piensen que están luchando contra "la dictadura de los Kirchner" como dicen en su aviso publicitario, un eslogan éste que retrotrae a los argentinos a esa época en la que la oposición decía que se enfrentaba contra el "tirano", es decir, Perón. Pero, como pasa siempre, en un conflicto los argumentos se esloganizan.
Por ahí el error político del Gobierno, además de la falta de diálogo, fue el de no tener una política diferenciada con los productores más chicos para no permitir que se cohesionen con los más grandes. Es obvio que los intereses no son los mismos entre los del Chaco, Santa Fe o Córdoba con los terratenientes de la zona más rica del territorio bonaerense. Pero en el corte de ruta todos se confunden.
Pero además, el Gobierno quedó entrampado en su posición de dejar hacer frente a los cortes de ruta. Hoy, los sectores sociales ya no agotan los procesos en su reclamo sino que apelan rápidamente a ese atajo de cortar caminos. Saben que es la única manera de generar un efecto inmediato y lograr que se los escuche.

Retenciones y valor agregado
También se dice que al no ser coparticipables el dinero de las retenciones va a la gran billetera nacional y centralizada y no queda en las regiones para su crecimiento. Esto también es dudoso porque si Olavarría hubiese dependido del campo para crecer, sería mucho más parecida a Laprida y La Madrid que a Tandil.
Se sabe que el campo genera muy poco valor agregado, es decir, trabajo. Por lo tanto fue la industria minera la que le dio el impulso a esta ciudad.
La industrialización como motor del progreso es un concepto económico que lo instaló el economista inglés, David Ricardo, allá por 1870, aproximadamente y que terminó modificando su propio país hasta transformarlo en una potencia mundial. Entonces, los argentinos no podemos volver a los fisiócratas que creían que la tierra era la única fuente de riqueza porque eso sería retrógrado.
Hoy, el negocio está en vender afuera, especialmente el de la soja, y se la vende así, como se la saca de la tierra, sin ningún otro valor agregado que el de la cosecha. Otros países hubiesen aprovechado la coyuntura para sacarle algún rédito más que también hubiese redundado en un beneficio para muchos argentinos por las fuentes de trabajo que se hubieran abierto. Pero no, el axioma cultural nacional parece ser el de ganar todo lo que más se pueda y con la menor inversión.
Mientras tanto, la oposición política, que no podía encontrar un eje masivo para oponerse, lo halló en una protesta tan sectorial como confusa, por la mezcla de intereses, claro.
A cierta dirigencia política le quedaba bien protestar contra de las retenciones, pero a otra, por ejemplo a la del radicalismo o a la de Coalición Cívica, les quedó ideológicamente fuera de lugar, como si se hubiesen puesto el traje de otro.
Es que los intendentes también tienen que velar por su propio electorado, y ése es el dilema que se le presenta a José Eseverri entre defender al Gobierno y a la vez a los ruralistas locales.
Amén de ello, y aunque sea muy discutible el porcentaje que se queda el Gobierno, las retenciones sirven para solventar planes sociales para desocupados o subsidiar servicios o combustibles de uso masivo que si los dejaran sometidos al libre juego del mercado serían demasiado caros e inalcanzables para el común de la gente.
Entonces, en una economía que depende tanto de los subsidios y del colchón de reservas, habría que buscar una manera alternativa de conseguirlas y no estar sometido a si llueven o no dólares del exterior.

Aliados, pero con casa propia
Los partidos siguen con su propia dinámica, o mejor dicho, la que pueden llevar. En el PJ, Miguel Santellán está buscando sumar aliados en la gente que siempre acompañó al fallecido Mario Méndez y que hoy desarrolla casi exclusivamente una militancia de derechos humanos.
El dirigente mercantil, con el aire que le dieron desde el partido cuando lo nombraron con exclusividad congresal nacional, cree que en Olavarría va a haber elecciones internas y se prepara para eso.
Ante la misma eventualidad, el curismo espera confiado porque supone que tiene el mejor aparato para imponerse en una interna. Pero nadie puede asegurar hoy cuál será la decisión de Kirchner y si permitirá este tipo de disputas distritales.
Tampoco se sabe qué hará Francisco De Narváez, es decir, si cometerá la imprudencia de medir fuerzas con el ex presidente dentro del PJ o si continuará aliado con el macrismo.
Aquí, el pase de Liliana Schwindt a Unión Popular Celeste y Blanco (así se llama el partido de De Narváez) la lleva a plantearse una movida con el PRO que conduce Julián Abad y que en Concejo Deliberante representa Carola Patané.
Ninguna de las dos ediles quiere fusión de bloques y ambas coinciden en preservar cada una sus espacios legislativos pero buscando permanentemente el consenso. Las dos se llevan muy bien, tienen muy buena química, como se dice, pero cada una quiere su casa propia.
Por otra parte, hay antecedentes que no ayudan mucho. Por ejemplo, que Julián no lo aceptó a Mingo Vitale (esposo de Liliana) cuando éste quiso ser su primer concejal, y Liliana sabe que hay un sector del macrismo que no quieren la unión.
Carola no pone problemas pero también quiere conservar su bloque. De todas maneras es una persona muy orgánica y hará lo que se le mande desde arriba o "lo que diga Mauricio".
Por estos días corre la versión de que el ingeniero Enrique Alfieri (Padeco y ahora concejal del kirchnerismo), estaría barajando la posibilidad de pasarse al macrismo de la mano de su ex compañero de partido y bancada, Alejandro Gregorini, quien estaría haciendo lo imposible para convencerlo de que se debe pasar al PRO.
Gregorini convivió con el kirchnerismo hasta cuatro meses antes de finalizar su mandato cuando se dio cuenta que se sentía "incómodo" con esa identidad política. (PUNTO CERO-El Popular).

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