jueves, marzo 22, 2012

El periodismo en su peor momento. Por Dante López Foresi.

Existe una premisa en el periodismo, que más que un estilo significa una obviedad, generalmente no tenida en cuenta por los consumidores de información y, lo que es más grave, por los medios de comunicación: toda vez que un periodista elige y decide qué noticia informar, profundizar o analizar, está descartando otras miles de noticias para dedicar espacio, recursos y energía a la elegida.
Esto, en sí mismo, significa un acto de absoluta subjetividad y es la prueba concreta de que la fantasía de la “objetividad” es de cumplimiento imposible.
En la actualidad, la agenda sobre la cual debaten los argentinos es impuesta por los grandes medios y periodistas más notorios. Y subrayo el término notorios, y no “notables”, ya que, por definición, lo notable es lo que se destaca y merece ser noticia, y nunca un periodista debe serlo, sino sólo el producto de su trabajo. Lo otro, es puro “vedetismo”, incompatible con el oficio bien ejercido.
La ecuación es simple y contundente: si los diarios de mayor lectura en el país y sus periodistas satélites baten el record de ser desmentidos hasta 4 veces en una semana, como ocurrió con Clarín y La Nación recientemente por parte del Presidente de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Lorenzetti y la Daia, entre otros, sumado a que la enorme mayoría de las producciones de radios eligen los temas a tratar cada mañana en base a lo que publican esos diarios y el resto de la prensa debe consumir enormes espacios y tiempo en reparar o prevenir los daños causados por las mentiras publica das, el problema que afrontamos no es menor. Miles de temas, los verdaderamente importantes para la sociedad, están quedando fuera de tratamiento.
Si cada mañana Clarín y La Nación mienten deliberadamente, durante la jornada se produce una pulsión entre periodistas para hablar sobre la mentira y por la noche algunos televidentes eligen al programa “6,7,8” para encontrar argumentos para seguir desmintiendo y otros optan por programas televisivos pertenecientes a canales de los mismos grupos económicos dueños de los diarios que originaron la mentira, el resultado es que, en materia informativa, el día estará perdido.
El circuito de periodistas desmintiendo a otros periodistas, o medios desmintiendo a otros medios, deja de lado y casi imperceptible no sólo a decenas de noticias que merecen ser informadas, sino que profundiza, aún más, la desnaturalización del periodismo hasta niveles que ya resultan alarmantes. Y convierte en centro de la “noticia” a periodistas y no a hechos de la realidad.
La desinformación de los argentinos, producto de esta situación anormal de medios y periodistas, podemos resumirla con un ejemplo, y sólo a modo de ejemplo: nuestro Diario Digital EL VIGÍA, publicó el pasado 12 de Marzo una noticia que, a nuestro entender, debiera haber sido tapa y tema central de todos los medios y motivo de análisis por parte de todos los columnistas, ya que no se trata de un tema que concierne a sectores o grupos, sino que alcanza a la totalidad de los argentinos, es decir, es de sumo interés público. Y de eso se trata ser periodista.
Nos referimos al informe de la UNESCO, según en el cual sólo el uno por ciento de los niños argentinos no está escolarizado y el cien por ciento, termina sus estudios primarios. Por el costado que se la interprete, esa noticia es de una relevancia “notable”, es decir, es una noticia ineludible de ser informada.
Si tenemos en cuenta que los actuales episodios de inseguridad que son “tapa” de casi todos los medios de comunicación, son protagonizados por jóvenes paridos y excluidos por la década infame de los noventa y de la crisis de 2001 y que no existe argentino que no considere que la educación es la piedra fundacional de una sociedad mejor en cualquier parte del planeta, resulta difícil de explicar el ocultamiento en unos casos y simple omisión, en otros, de medios, ya sean oficialistas u opositores.
No es nuestra intención establecer la agenda de otros medios y compañero de oficio. Tampoco podríamos hacerlo, ya que somos un medio regional, sin alcance masivo en todo el país. Sólo intentamos llamar la atención sobre el modo en que el rol del periodismo se está aniquilando, gracias a mentira tras mentira publicadas por intereses políticos y de defensa de grupos económico-mediáticos opuestos al actual gobierno nacional y la obsesión "casi asnal", como decía Almafuerte, en la tarea de 0 9 desmentir.
El periodismo argentino perdió la brújula. Dejamos de ser un servicio público para convertirnos en un circuito cerrado de mentiras y desmentidas. Ambos sectores de la prensa, “militamos” cotidianamente en esa tarea. Y la mentira nos obliga a estar pendientes de ella, nos consume casi toda nuestra energía y, sin quererlo algunos y deliberadamente otros, dañamos a la sociedad en su conjunto con una desinformación pavorosa sobre temas que tienen que ver con la construcción de una sociedad mejor
Los argentinos somos espectadores de medios o periodistas, y no consumidores de información. Debatimos sobre “lo que dijo” tal o cual periodista y juzgamos periodistas en lugar de analizar noticias ¿Notó que no existe una tapa de un diario confeccionada de manera similar a otra? Ni siquiera los grandes medios coinciden en qué temas son notables y dignos de ser informados en tapa. Eso significa, nada menos, que según el editor que se trate, la realidad es una u otra. O múltiple.
Si lo que persiguen Clarín, La Nación y sus medios satélites es dañar al gobierno nacional, quedó demostrado que la sociedad ya no es permeable a operaciones de prensa. Los resultados de las elecciones de 2011 lo demuestran cabalmente.
Con el mismo criterio, si los medios oficialistas se siguen dedicando casi exclusivamente a armar sus informes y agendas únicamente en base a las mentiras de los primeros, deben saber que sólo están haciendo lo que cuestionan: instalar los temas falaces, convertir en “populares” a opinólogos y periodistas ignotos, incluso elevándolos a la categoría de ”intelectuales” y quitarle espacio y tratamiento a las noticias que reflejan interpretaciones lo más ecuánimes posibles y que constitu yen la realidad cotidiana de los ciudadanos.
Como segundo ejemplo, y aunque la opinión de las minorías deba ser considerada, no nos podemos dar el lujo de sepultar el debate profundo que nos debemos sobre la Guerra de Malvinas, dedicando nuestros espacios mediáticos sólo a rebatir insistentemente un simple documento elaborado por escasas 17 personas que se autodenominan, justamente, intelectuales. Si con un solo artículo basta y sobra ¿por qué les dedicamos programas, páginas y días completos, magnificando la calidad de sus impulsores?
Para arriesgar una hipótesis, y sólo una hipótesis, los medios y periodistas que poseen más del 85% de las licencias y aún concentran el monopolio de la palabra, quizás necesiten de programas como “6,7,8” para justificar su propia existencia. Y, para ser ecuánimes, posiblemente suceda lo mismo a la inversa.
La Ley de Medios ya fue aprobada hace más de dos años. El debate sano y profundo sobre el rol de la prensa ya fue realizado. Y, aunque ese debate deba ser permanente, no podemos excluir a las noticias que son útiles y de interés del conjunto de la sociedad, sólo para mordernos la cola como el perro de nuestro vecino.
Desde EL VIGÍA, no dejaremos de desmentir a quienes, con el único fin de generar climas adversos y de defender intereses económicos sectoriales, pretender mediante falacias y falsas informaciones torcer el rumbo de la historia. Pero no caemos en la trampa de, por el afán de reaccionar ante la injusticia que implica una falsa información, funcionar ingenuamente como promotores de esas mentiras. No dedicamos más espacio del que merecen y no excluimos otras noticias que merecen espacio.
Creemos que es hora de recuperar el rol primigenio de nuestro oficio: informar y opinar, cada quién desde su lugar y ejerciendo el acto de honestidad intelectual para con sus lectores de no mentir falsas e hipócritas independencias. Por no informar, abarcando las noticias de real interés público y obsesionándonos por la mendacidad del monopolio, nos estamos convirtiendo en un inmenso océano, pero de sólo cinco centímetros de profundidad.
Justamente por el espíritu de la Ley de Medios, creemos firmemente en la necesidad de hacer escuchar “todas las voces”. No las mismas pocas voces de siempre, aunque más no sea para desmentirlas.
No significa únicamente publicar opiniones de quienes no coinciden con nosotros sino, y por sobre todas las cosas, hacer visibles los temas y personas que el monopolio ocultó deliberadamente durante décadas.
De eso se trata la libertad. De eso se trata la profundización comunicacional. De eso se trata la ecuanimidad. De eso se trata el periodismo.

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