domingo, julio 08, 2012

Scioli y la crisis provincial: La apuesta por reforzar una imagen.Por Martín López Lastra.


Charles Maurice de Talleyrand, el reconocido canciller del emperador Napoleón Bonaparte, trascendió a la historia por su capacidad para negociar y hacer declaraciones sin consecuencias dañosas. Hasta el día de hoy es un arquetipo en materia de diplomacia.
Daniel Scioli, sea por sus virtudes o por esforzado entrenamiento, intentó emular a Talleyrand, evitando todo tipo de respuesta violenta hacia el gobierno nacional y apostando a otra construcción de un escenario de adversidades, que son para él más prioritarias que un estrépito mediático con sus adversarios del kirchnerismo más ortodoxo. “Mis enemigos son la droga, la inseguridad”, dijo, como ejemplos de este criterio.
Lo más importante de una conferencia de prensa en fin de semana es la experiencia de someterse a examen público. Por eso eligió la alternativa de una rueda mediática sin preguntas o un discurso, donde quien enuncia domina el desarrollo y objetivos del mensaje. La meditación para dar ese paso y el asesoramiento parecieron ser claves.
Del plano formal comunicativo, es necesario avanzar hacia el contenido, que nos lleva a la dimensión política de lo que el gobernador eligió enunciar.
Scioli trazó fronteras entre aquello negociable y lo no negociable con el kirchnerismo. Ratificó de manera elíptica sus ambiciones presidenciales, sin sobredimensionarlas, pero tampoco ocultándolas.
También mostró su sutileza de un reclamo de mayor coparticipación, aunque sin exhibir una modalidad de presión hacia la Casa Rosada. En este sentido, vale señalar su cita del pensamiento del padre del proyecto nacional, Nèstor Kirchner, de someter esta problemática a un análisis institucional, comprendiendo a legisladores, funcionarios y gobernadores. 
Pero también reconoció limitaciones, porque una ley para readecuar la masa primaria coparticipable requiere del consenso total de todos los mandatarios provinciales.
También fue sutil al exponer mediante gráficos toda la degradación histórica que sufrió la Provincia en la materia. Una coparticipación reducida en siete puntos porcentuales y un Fondo del Conurbano congelados exponen lo más evidente de un cuadro realmente preocupante. Scioli pone en agenda un tema, que venía reclamando la oposición desde cuando se trató el presupuesto y la reforma impositiva.
El gobernador dijo que no va a reclamar estrepitosamente, pero la mera exposición de este diagnóstico es un reclamo en sí que no merece mayores interpretaciones.
Otra cuestión no negociable tiene que ver con su estilo de consensuar conclusiones, en este caso, que van a estar referidas en la forma de encarar una emergencia económica que vuelve a ser noticia en la Provincia. 
En ese sentido, transformar un ajuste en sintonía fina requiere de un enorme esfuerzo intelectual para que sea debidamente comprendido. Por lo pronto, figuras conocidas de una reforma del Estado a través de fusiones de organismos, o la reducción de gastos no prioritarios, van acompañadas de otras medidas como la venta de activos financieros, que reportarían importantes ingresos en un tiempo más o menos inmediato.
Entre tanto, un lado débil debiera señalarse en la explicación de una medida impactante como la postergación del pago de aguinaldo. No le echó la culpa al gobierno nacional, sino que agradeció en forma muy evidente. Acusó recibo de la crisis financiera mundial. Pero esta crisis viene dando señales desde hace unos años y el continuo acudir a esos mercados para pedir préstamos dejó al descubierto una falta de cálculo.  
Esto lo venían señalando distintos expertos en economía y no era muy difícil de observar. De repente hubo un exceso de confiabilidad en un mundo que retaceó la ayuda internacional para financiar al estado provincial.
Lo demás fue previsible. Por ejemplo, contestar a las críticas optando por interpretaciones que rescaten el espíritu positivo. Y, como siempre, acudiendo a lo emotivo en cuanto a su estilo. Un hombre que superó adversidades en lo personal y que estuvo al borde de la mayor desgracia, pretende estar siempre retemplado ante las adversidades, que parecen, para él, ser nimias al lado de sus padecimientos. (Nova).

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