jueves, enero 17, 2013

El Poker de Cristina, Macri, Scioli y Massa que definirá el futuro. Por Ignacio Fidanza.

Los cuatro grandes jugadores de la política nacional se niegan a bajar las cartas hasta ver la apuesta del otro. Las dilaciones no podrán ir más allá de Mayo o Junio. Mientras el tiempo pasa, se acumula la sangre, pero no está claro que animal es el que está herido.


Cristina Kirchner dejó de caer. Scioli se mantiene arriba. Massa es la estrella del momento. Macri el opositor más nítido. Todos ellos miran al mismo lugar: la inabarcable provincia de Buenos Aires. El distrito que concentra el 40 por ciento del electorado nacional, el territorio que define los presidentes.

El Poker cerrado que juegan estos consumados apostadores es simple y letal. Una guerra fría, un mecanismo dilatorio, una búsqueda de ganar tiempo hasta ver como mueve el otro, un ejercicio de postergaciones que se muerde la cola. Circular. 

Las opciones son limitadas, pero estratégicas. El horizonte visible es las parlamentarias de Octubre, pero como cargas de profundidad, las decisiones que se tomen ahora, condicionarán el 2015, el año en que el peronismo volvió a discutir el poder.

Veamos el puñado de interrogantes que hoy cruza la política.

¿Cristina insistirá con una candidatura a diputada de Alicia Kirchner cerrándose en un cristinismo a ultranza o pragmática, apostará por ofrecer esa posición a Massa? 

Un trabajo de Hugo Haime cerrado el 18 de diciembre pasado, le otorga a Massa como cabeza de lista del Frente para la Victoria, una intención de voto del 58 por ciento. Si va por su cuenta con su Frente Renovador –el sello que mantiene en letargo para caso de ruptura- la intención de voto “baja” a los 52 puntos. Si no juega y la candidata es Alicia, el gobierno apenas supera los 30 puntos y revive Francisco de Narváez que trepa al 25 por ciento.

Ese es el mapa que hoy tiene sobre su mesa de arena el intendente de Tigre ¿Qué es más negocio? ¿Ser cabeza de un león ajeno, es decir de una lista armada en la Casa Rosada y asegurarse convivencia pacífica hasta el 2015 y acaso la gobernación? ¿O ser el líder de una fuerza propia que aún en el caso de caer a los 40 puntos, metería 16 diputados nacionales propios y unos 19 provinciales?

En rigor, la pregunta es otra: ¿Se puede enfrentar al kirchnerismo y sobrevivir a la experiencia? ¿Se gana o se pierde en esa faena? 

Lo cierto es que las rupturas en política suelen escenificarse de manera progresiva, para evitar la mancha de la “traición” –aunque para muchos la política real no es otra cosa que una larga historia de traiciones más o menos disimuladas-. Pero si se trata de buscar señales, hasta ahora el intendente de Tigre, no ha trabajado seriamente la línea de un eventual conflicto abierto con la Casa Rosada. 

Quien si lo ha hecho es Scioli, a quien muchos deberían mirar de nuevo, cuando se apuran a tildarlo de tibio o timorato. Con su estilo, Scioli ya puso mojones muy claros que podrían justificar un futuro divorcio. Dijo que necesita las listas de legisladores provinciales para garantizarse la gobernabilidad y que dejaría la de diputados nacionales a la Presidenta.

Lo importante de esa frase es la palabra “gobernabilidad”. Es decir: Scioli pide legisladores, pero lo que quiere es plata. Y la quiere rápido. En febrero tiene que cerrar la paritaria con los docentes y si no lo hace no hay clases. El problema es que Scioli no tiene plata para ningún aumento, ni siquiera el 20 por ciento de techo que aspira a cerrar la Rosada. Es decir que si la Nación no le gira esos fondos –y los necesarios para el aumento del resto de los estatales- la provincia colapsa. 

En ese escenario, en el sciolismo ven muy viable una ruptura y hasta arriesgan que Scioli podría postularse a primer diputado nacional –pero no testimonial como quiere La Cámpora, sino contra la Casa Rosada-, para “plebiscitar” su gestión y darle una respuesta política a una emboscada financiera. Como hizo en el 2012 cuando lanzó su candidatura presidencial ante el ahogo económico que intentó aplicarle el gobierno cuando tuvo que pagar los aguinaldos de mitad de año.

Macri por su lado también necesita ver como juegan los otros. Si Massa no juega, si la candidata es Alicia, si Scioli no rompe, al jefe de Gobierno le quedarían pocas excusas para evitar una jugada cantada: su pase a provincia. En ese escenario, él podría soñar con ganar la provincia y esto lo reubicaría de manera inmediata en la primera línea de la pelea presidencial, tablero en el que hoy está un paso atrás.

Por el contrario, si Massa juega para el Gobierno, Macri debería leer dos y hasta tres veces las encuestas antes de dar un salto que podría sepultarlo. Y si Scioli rompe con la Rosada podría optar por guardarse y apoyarlo; misma jugada que podría repetir si es el intendente de Tigre el de la ruptura. Pero en estos dos casos, un eventual triunfo opositor sería capitalizado por sus rivales, que quieren tanto como él o mas, sentarse en el sillón de Rivadavia.

Cristina contra lo que muchos creen, conserva un importante margen de acción. Si se inclina por la opción pragmática, esto es, ofrece a Massa la candidatura y cierra con Scioli garantizándole los fondos necesarios para gobernar, puede soñar con una elección que ronde los 40 puntos. Es decir, ganar con el suficiente margen para seguir alimentando la idea de la reelección. Que no es lo mismo que la realidad de la reelección, pero ayuda a atenuar el síndrome del pato rengo, es decir, ayuda a la gobernabilidad.

Si por el contrario, se inclina por lo que quiere su núcleo duro, esto es jugar al cristinismo a ultranza, poner del primero al último lugar a los más puros y garantizarse una minoría de 30 puntos o los que sea, pero de acero inoxidable, la apuesta tendría un carácter más defensivo, seria la búsqueda de exhibir capacidad de daño, condicionamiento, poder de veto. 

Construcción de un dispositivo de presión para el próximo candidato a presidente del peronismo y para el próximo presidente, que deberían lidiar con un bloque político y legislativo compacto, minoritario pero con el volumen suficiente para condicionar cualquier intento de construir una mayoría.

Es evidente que la creciente tensión que envuelve la elección de octubre, está vinculada con la posibilidad muy concreta de un cambio en el vértice del poder, un cambio que podría a cristalizarse en el 2015 pero que se empieza a discutir ahora. Y no hay cambios en el poder sin sangre –en términos metafóricos y reales-. 

“Miro la pecera y veo sangre acumulándose, lo que no me queda claro todavía es qué animal es el que está herido”, sintetizó un dirigente que como muchos en el peronismo, mira el futuro con una rara mezcla de expectativa y aprensión. (La Política OnLine).

No hay comentarios.: